SER DISCÍPULO O DISCÍPULA, UN DESAFÍO.
Tú puedes ser un discípulo o discípula de Jesús, es decir
alguien que vive para amarlo. Cuando se ama, todo lo que anhela el corazón es
no ofender ni contradecir al ser amado; desea agradarle y hacerle feliz, estar
siempre con él y disfrutar de su compañía. Cuando amamos a una persona, cuando
estamos enamorados, nos parece bella, inteligente, divertida y es del mayor
agrado estar con ella. También queremos expresarle nuestros sentimientos con
palabras, caricias y besos. No es tan diferente la relación con Jesús, nuestro
Amado Maestro.
Amar a Jesús es disfrutar en su compañía, sea orando, cantándole
alabanzas, adorándolo, leyendo su Palabra o sencillamente contemplándolo. Todas
estas acciones nada tienen de complejo, son sencillas prácticas que nuestra
alma busca en forma natural, pero que también pueden ser enseñadas por un tutor
cristiano de mayor experiencia.
Cuando eres discípulo te sometes a la voluntad de Jesucristo.
Puedes conocer la voluntad de Dios leyendo la Biblia, escuchando los sermones
de un pastor en una iglesia y las enseñanzas de un tutor personal. Amar a Jesús
no es tan sólo decirle “te amo, Señor”, sino además hacer lo que Él dice. En el
Evangelio nos amonesta: “¿Por qué me
llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (San Lucas 6:46) Ser discípulo de Jesús es tener a Jesús como Señor,
o sea uno que se ha adueñado de toda mi vida, pero lo ha hecho porque nosotros
se la hemos entregado, así como el enamorado se entrega totalmente al ser
amado.
¡Nada más bello que el camino del discipulado! Jesús escogió
de entre la multitud que le seguía, a doce para hacerlos sus discípulos. Esta
historia se repite una y otra vez, a través de los siglos. Somos llamados por
el Señor para ser sus discípulos, pero ¿cómo podrá formarnos Él ahora si ha
resucitado y está a la diestra de Dios Padre? Recordemos una de sus últimas
ordenes dejadas a sus discípulos: “Id, pues,
y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo” (San Mateo 28:19,20)
Jesús utiliza a otros cristianos para
guiarnos en el camino de la fe. Así como una planta para que crezca derecha y
firme requiere de un tutor, también el discípulo necesita de un hermano mayor
que lo enseñe a poner en práctica todas las enseñanzas de Dios. Y el Espíritu
Santo acompañará siempre este proceso de discipulado. En el discipulado
intervienen tres: 1) Tú, que eres el discípulo; 2) El tutor, un hermano mayor
que te enseña; y 3) El Espíritu Santo, quien guía a ambos.
Discipularte te ayudará a conocer mejor
a Jesús y a amarle más profundamente; permitirá que seas sanado en lo
emocional; a conocerte mejor a ti mismo/a, tus dones y capacidades; aprender
mucho de la Palabra de Dios; en fin a capacitarte para ser mejor cristiano/a.
¿Te atreves?
“Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré
que seáis pescadores de hombres.” (San Marcos 1:17)
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