DIVERSIDAD DE CREENCIAS.
Cuando tenemos creencias religiosas arraigadas es un desafío la aceptación del otro. De inmediato juzgamos aquella creencia, desde nuestro punto de vista, como un error y se produce un velado rechazo de aquella persona que tiene otro concepto. La reacción puede ser sencillamente callar, aún cuando en el fuero interno le califiquemos de ignorante, hereje o algún otro calificativo poco cariñoso. Otra reacción es sacar a relucir argumentos teológicos, bíblicos o filosóficos, y en ese caso estamos muy cerca de iniciar una discusión sin fin. De allí a la enemistad hay unos pocos pasos. Siempre ha de animar en estos asuntos tan personales y a veces subjetivos, la mayor prudencia y respeto. Sin embargo hay otro camino y es el de la apertura, escuchar las razones del otro y procurar comprender los fundamentos de su razonamiento, sin rabia ni agresividad, aunque nosotros no vayamos a cambiar nuestro modo de pensar. Quien tiene claras sus convicciones no debe temer escuchar los argu