PROPÓSITOS DE LA PERFECCIÓN DE LOS SANTOS
Varios aspectos referidos a esa capacitación para el
ministerio y edificación del Cuerpo vivo, señala San Pablo; a saber: a) que
todos lleguemos a la unidad de la fe; b) que todos lleguemos al conocimiento
del Hijo de Dios; c) que todos lleguemos a ser un varón perfecto; y d) que
seamos hechos a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. A
continuación analizaremos cada uno de estos puntos.
- Alcanzar la unidad de la fe.
Según estas palabras del Apóstol, es labor de los ministros
llevar a los discípulos a alcanzar la unidad de la fe. Esta no consiste
solamente en el acuerdo doctrinal que podamos hacer acerca de cuestiones
teológicas fundamentales, sino en la profunda convicción del llamado de
Jesucristo (Efesios 4:1-6).
Los apóstoles se reunieron en torno a su Maestro, vivenciaron
con Él Su amor, Su paz, Su fe y Su esperanza, estuvieron siempre junto a una
Persona viva; su fe consistió, más que en una declaración de verdades
filosóficas, en una vivencia y conocimiento directo de Jesús.
No estaban tan interesados en redactar una perfecta
declaración de fe, sino que comunicar la vida de ese Maestro que vivió con
ellos y ahora vivía en ellos. Hoy día es lo mismo: los discípulos de Jesucristo
llegarán a la unidad de la fe si se centran en el Autor de la fe.
El primer propósito en la capacitación para el ministerio y
edificación del Cuerpo vivo de Cristo, es lograr la unidad de fe en Cristo.
- Lograr el conocimiento del Hijo de Dios
Conocer es posible si tenemos intimidad (Génesis 4:1). Conocer no es leer, saber o memorizar una idea. A
veces pensamos equivocadamente que alguien tiene conocimiento porque repite de
memoria ciertos datos, porque puede recitar muchos textos bíblicos.
A Jesucristo no se le conoce así. Ciertamente la lectura de
la Palabra de Dios es un medio de saber acerca de él, pero el conocimiento del
Hijo de Dios se logra por una relación íntima, permanente y profunda con Él.
Los apóstoles le conocieron en cuerpo primeramente y luego en
espíritu, cuando resucitó, pero su conocimiento del Hijo fue completo cuando
superaron todos aquellos obstáculos internos que impedían que vieran al Cristo.
Podemos asegurar que recién después de Pentecostés tuvieron
un conocimiento más real de Él.
El segundo propósito en la capacitación para el ministerio y
edificación del Cuerpo vivo de Cristo, es lograr en cada miembro y en la
totalidad de la comunidad cristiana ese conocimiento experiencial de Jesucristo.
- Llegar a ser un varón perfecto.
Los seres humanos estamos muy lejos de la perfección física,
intelectual, moral o espiritual. El ideal de una perfección externa es de
deportistas, actores, modelos y personajes que siguen otros paradigmas, muy
alejados del cristianismo, salvo que sea un requerimiento profesional.
La perfección del pensamiento es perseguida por una gran
cantidad de profesiones que propician el desarrollo del hombre; campo en que se
mueven muchos cristianos. La perfección moral está más cercana a la búsqueda
del hombre y la mujer de fe y se basa en los principios éticos judeo-cristianos
expuestos en la Biblia.
La perfección espiritual sólo puede alcanzarse en una
relación íntima con el Espíritu de Cristo. La perfección de la cual habla el
Texto Sagrado es la santidad. Un varón perfecto es un hombre o una mujer
santos, es decir apartados de los falsos valores del mundo para Dios, o
exponentes de las virtudes de Cristo, cosa que han logrado a través de un
proceso de santificación personal por medio de un tratamiento del Espíritu
Santo (San Mateo 5:48).
El tercer propósito en la capacitación para el ministerio y
edificación del Cuerpo vivo de Cristo, es llegar a la completa santificación
del hombre de Dios.
- Ser hechos a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Jesucristo es nuestro Modelo, Arquetipo, Maestro a imitar. El
Espíritu Santo, como el escultor que plasma en la arcilla o la piedra la imagen
idéntica o similar de su modelo, retrata en el discípulo la Persona de Jesús.
"Hechos a la medida" nos recuerda la confección de
un traje, que es algo externo y que cubre nuestro cuerpo. Como habla en otro
lugar San Pablo, somos revestidos de Cristo; pero aquí se trata de ser hecho de
la misma forma y altura que el Señor. No podemos ser mayores que nuestro
Maestro pero sí nos desviviremos por alcanzarle.
La medida que nos proponemos es la de su estatura, espiritual
y moral por cierto; pero ¿de cuál Cristo? ¿Del que vivió en Nazareth y Tierra
Santa? ¿Del hombre o del Dios? ¿De Cristo humano o de Cristo resucitado? Nos
pide ser "hechos a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo". No se trata de tomar el modelo de un momento o forma específica
de Cristo, pues Él es siempre el mismo, inmutable aunque cambie su forma externa.
En el Antiguo
Testamento puede ser el Ángel de Jehová, en el Evangelio ser Jesús de Nazareth
y luego el Cristo Resucitado, en el Apocalipsis el Hijo del Hombre glorificado,
pero siempre en esencia es el mismo. A ese, que es la imagen del Dios
invisible, es al que tenemos que imitar, es decir vivir. Su plenitud es el
amor. Necesitamos alcanzar la estatura de la plena vida de Cristo (Romanos 8:29).
El cuarto propósito en la capacitación para el ministerio y
edificación del Cuerpo vivo de Cristo, es alcanzar la plenitud de Cristo.
Esta tarea de los ministros de Dios es extensiva a todos los
tutores que discipulan vidas, ya que el discipulado es también una capacitación
y perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio; es un método
para la edificación del Cuerpo de Cristo.
El empeño de cada tutor de vidas ha de ser la formación de
vidas para el Reino, de tal modo que el discípulo alcance la unidad de la fe;
tenga un conocimiento vivencial del Hijo de Dios; llegue a ser un varón
perfecto y crezca hasta alcanzar la plenitud de Cristo. ¿Acepta usted el
desafío?
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