VOCACIÓN DE SERVICIO
Mi esposa, desde muy pequeña, sintió el llamado a la
enseñanza. En sus juegos de única niña, ella confeccionaba pequeños cuadernos
que ubicaba frente a alumnos imaginarios, representados por botellas y adornos
de la sala de su casa. Los formaba y les enseñaba como una profesora enérgica y
dedicada. Esos objetos también formaban familias, que para ella eran tan
vívidos y reales como aquella visión que tuvo una vez: elefantes y otros
animales, bailando festivamente. Aún no conocía el cine y nadie le había
informado del tecnicolor; fue una verdadera premonición. Otro juego de infancia
era simular a una mendiga que se sentaba a la salida del baño de la casa, con
la mano estirada y la cabeza gacha, cual mendiga.
En verdad todos estos elementos de la imaginación fueron el
germen de su vocación pedagógica: la construcción de situaciones de enseñanza,
el histrionismo necesario en la educación, la motivación mediante imágenes
coloridas y significativas, y el amor por el desvalido.
En su desarrollo posterior vivió muchas experiencias de todo
tipo, algunas muy dolorosas. Educó a sus hijos, aplicando su propia concepción
de la educación y finalmente decidió estudiar Educación Diferencial, movida por
su espíritu de servicio. En su carrera profesional, ése ha sido su norte:
servir a todos, enseñándoles no sólo los contenidos pedagógicos, sino también y
sobre todo a vivir.
Después de su conversión a Jesucristo, en el año 1997, inició
un proceso de discipulado cristiano, el que le permitió adquirir nuevas
visiones de la vida, de carácter espiritual, como también sanar algunas heridas
del pasado y, así, capacitarse para orientar, aconsejar y apoyar a otros en su
crecimiento como personas integrales.
Actualmente, además de desempeñarse como académica a nivel
universitario, discipula mujeres y desarrolla una Maestría con un marcado
énfasis en el Desarrollo Personal Cristiano.
Estoy orgulloso de ella y amo a mi esposa Elena Montaner
Sepúlveda, esta mujer que me ha apoyado, tanto en mi vocación artística como en
el ministerio, y me ha enseñado una manera diferente de enfrentar la vida, más
libre, creativa, valiente y feliz. Por todo esto doy gracias a Dios que me
permitió conocerla.
“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima
sobrepasa largamente a las piedras preciosas. / El corazón de su marido está en
ella confiado, Y no carecerá de ganancias. Le da ella bien y no mal Todos los
días de su vida.” (Proverbios 31:10-12)
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