SEÑUELOS Y CARNADAS.
Me agradó
esta palabra cuando la escuché, quizás por esa inflexión nasal que significa
pronunciarla o por la relación que tiene con un tema que me impresiona. Me
refiero a la palabra “señuelo”. Es como se nombra a un objeto que se utiliza
para atraer a las aves que se quieren cazar. La letra ñ que contiene en su
segunda sílaba le otorga un atractivo especial, como la palabra “sueño” o
“señor”, voces típicas de nuestro idioma.
Un señuelo equivale
a una carnada en la lienza o la red del pescador, atractivo en color, sonido y
movimiento para el ave o el pez que se desee atrapar. Pero no sólo se utilizan
señuelos y carnadas en la pesca y caza; también lo hace la publicidad, ávida de
convencernos sobre la necesidad de que compremos los productos que difunde.
Para lograr su objetivo apela al humor, a nuestros apetitos de todo tipo, a las
ansias de poseer cosas, disfrute, bienestar, etc. Podríamos decir que un
señuelo apunta a la debilidad de un individuo con el fin de atraerlo a otro
sistema.
La
“evangelización”, cuyo propósito es la toma de conciencia del propio pecado y
el conocimiento y encuentro con la Persona de Jesús, también hace uso de un
señuelo para atraer al receptor del mensaje del Evangelio. Esta carnada es la
propia vida y testimonio del discípulo, quien predica y vive las enseñanzas de
Jesucristo. Si el cristiano es falso, hipócrita, demagogo o sólo un teórico del
mensaje, a nadie atraerá pues desprestigiará el Evangelio y más que un señuelo
será un “repelente”, ahuyentador mortífero de las almas hambrientas de Dios.
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